La fibromialgia (FM) es una enfermedad crónica que se clasifica como un tipo de reumatismo no articular. Se caracteriza por dolor musculoesquelético generalizado, que se acompaña de múltiples puntos dolorosos en el cuerpo. A menudo, los pacientes con FM también presentan fatiga extrema, sueño no reparador, rigidez, cefalea tensional, ansiedad, y otros síntomas como el síndrome del intestino irritable.
El diagnóstico de la fibromialgia no fue estandarizado hasta 1990, cuando el American College of Rheumatology (ACR) estableció criterios diagnósticos claros. Estos incluyen dolor crónico generalizado por más de tres meses y la presencia de sensibilidad aumentada al dolor en al menos 11 de 18 puntos anatómicos específicos. Sin embargo, no fue hasta 1992 que la Organización Mundial de la Salud (OMS) reconoció oficialmente la fibromialgia como una enfermedad.
Existen diversas hipótesis sobre la fisiopatología de la FM. Algunas teorías sugieren que los mecanismos de la enfermedad podrían ser periféricos, relacionados con alteraciones musculares o del sistema nervioso periférico. Otras teorías sugieren que la causa está en el sistema nervioso central, donde podrían existir disfunciones en los neurotransmisores del dolor, trastornos del sueño o alteraciones neuroendocrinas. La mayoría de los estudios coinciden en que la fibromialgia es una enfermedad multifactorial.
La prevalencia de la FM varía según la población estudiada, y en España se estima que afecta entre el 2,1% y el 5,7% de la población adulta. Predomina en mujeres, especialmente entre los 40 y los 49 años. El estudio EPISER, realizado en España, encontró que la prevalencia de FM es del 2,3% en personas mayores de 20 años, con una relación de 21 a 1 en mujeres respecto a los hombres. Además, los datos sugieren que las personas más afectadas suelen tener un bajo nivel educativo y socioeconómico, y en su mayoría residen en zonas rurales.
Debido a la naturaleza crónica y debilitante de los síntomas, la fibromialgia representa un gran desafío en la práctica clínica. Tiene un impacto significativo tanto en la vida de los pacientes como en los sistemas de salud, ya que es una de las principales causas de consulta en reumatología y atención primaria. Además, los costes asociados a la FM no solo incluyen los gastos directos del tratamiento, sino también los derivados del absentismo laboral y la discapacidad que provoca en muchos casos.
Los síntomas de la fibromialgia, como el dolor, la fatiga y la falta de sueño reparador, afectan significativamente la calidad de vida de los pacientes. Muchas personas experimentan limitaciones físicas, problemas emocionales y deterioro en sus carreras profesionales. Además, la FM afecta negativamente la salud mental, con una alta incidencia de ansiedad y depresión entre los pacientes.
El tratamiento de la fibromialgia es complejo y multidisciplinario. Incluye tanto enfoques farmacológicos como no farmacológicos. Entre los medicamentos, los antidepresivos, especialmente los inhibidores de la recaptación de serotonina y noradrenalina, han mostrado ser efectivos para aliviar algunos síntomas. Sin embargo, las terapias no farmacológicas, como la psicoterapia, la fisioterapia, el ejercicio aeróbico y las técnicas de manejo del dolor como la acupuntura y los quiromasajes, también se utilizan con éxito.
En las últimas décadas, ha habido un creciente interés en el uso de terapias complementarias para el manejo del dolor, con el objetivo de reducir los efectos adversos de los medicamentos y mejorar la calidad de vida de los pacientes. Una de estas terapias es el Reiki, que se basa en la manipulación de campos de energía para restaurar el equilibrio energético en el cuerpo. Aunque su efectividad es controvertida, algunos estudios han encontrado que las terapias de toque, como el Reiki, pueden ayudar a reducir el dolor y la ansiedad, mejorar el sueño y promover la relajación.
Diversas investigaciones han indicado que el Reiki puede ser útil como terapia complementaria en pacientes con fibromialgia, aunque muchos expertos coinciden en que se necesitan más estudios rigurosos para confirmar estos beneficios. Por lo tanto, aunque estas terapias no están ampliamente aceptadas dentro de la medicina convencional, continúan siendo una opción viable para algunos pacientes que buscan alivio de sus síntomas de FM sin recurrir exclusivamente a tratamientos farmacológicos.
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